Transmorucha 2010, viernes 4. Por Carlos Elías

“¡¡Kiri kirikiiiiiiiiiii...!!”

El gallo de Villarino canta a las 6.15 h. Estaba pactado pero ¡cómo cuesta levantarse! ¿Tendrán que ver las cervezas y la botella de vino de Arribes que con tanto mimo se trajo Elías?
Sea como sea, hasta la 8 esto no hay quien lo ponga en marcha. Y es que el desayuno y volver a meter todo en las alforjas lleva su tiempo, aunque alguno se empeñe en llevarlo todo atado de cualquier manera, cual buhonero... ¡Gabi es así, un genio incomprendido!



El sol no aprieta demasiado y pronto nos plantamos en la estación abandonada de la línea ferroviaria de La Fregeneda y no mucho más tarde en Retortillo donde empiezan los comentarios para lo que se avecina: el paso por la finca Campo.
Sabemos por experiencia que aquí las pulsaciones suben y no porque haya subidas.
Nada más pasar la verja una buena manada de vacas bravas levanta la cabeza para mirarnos con curiosidad; afortunadamente deciden correr en dirección contraria, aún así pasamos mirando de reojo la valla de nuestra izquierda. El paso por el caserío es tranquilo, no hay perros... ¡Será la crisis!
Cruzamos el arroyo Caganchas sin problemas y nos enfrentamos al siguiente reto, hay que pasar entre una valla y una manada de moruchas que, como es costumbre en ellas, no nos pierden la cara. Es ésta una raza noble a la que no hay que perderle el respeto, especialmente si tienen crías cerca. ¡Qué le vamos a hacer, es la Transmorucha y no la Transcordera!
El Campo Charro que nos acompaña desde hace kilómetros adquiere más protagonismo todavía en el tramo que nos queda hasta Tamames. Desde San Martín de Yeltes atravesamos fincas como Campocerrado donde pastan ganaderías de ganado bravo (Covaledas, Atanasios Fernández).
Es media mañana y por tanto hora del aperitivo, nos abren el Bar La Morena en Sepulcro Hilario (Percu para los amigos), cuya dueña hace honor al nombre del local. Estupendo trato y no menos buenos los pinchos que acompañan a las cervezas; como resultado de la visita, unas gorras de recuerdo y algún corazón transmorucho roto.
Las pistas de aproximación a Tamames, como siempre, llanas e interminables. Además el calor añade un reto más y nos hace desear llegar cuanto antes al frescor de la sierra que se ve en el horizonte.
A estas alturas del día (13 h.) y con más de 50 km en las piernas, Custi empieza a notar el peso de la ruta y desde Tamames decide continuar por carretera hasta el Cabaco donde comeremos. Sabia decisión, pues desde Aldeanueva de la Sierra nos espera una dura subida hasta las inmediaciones de Peña Tintera, ya rodeados de bosque de robles. Únicamente nos queda una bajada con mucha piedra suelta para llegar a El Cabaco donde nos espera el merendero de La Dehesa, un sitio perfecto que año tras año nos espera para comer, refrescarnos y despachar una siesta de las de “esterilla y orinal”.
No todo pueden ser buenas noticias, así que en este punto nuestros amigos Custi y Elías nos comunican que abandonan, muy a su pesar. Elías, a pesar de estar curtido en todas y cada una de las ediciones de la Transmorucha, desde el día anterior viene arrastrando un problema con la rodilla. Se les echará de menos y sentimos la despedida, pero a buen seguro que les tendremos en próximas ediciones.
El resto de componentes nos encontramos bien, como lo demuestra la salida en dirección a La Alberca, ¡venga leña! Gabi y Nely comienzan las hostilidades poniendo un ritmo nunca visto en otras ediciones, se les unen Félix y Cristóbal, a los que no les importa que el camino sea en subida. Menos mal que no tienen claro algunos cruces y de vez en cuando nos esperan.
En estas guerras andamos cuando nos presentamos frente al Pontón del Lera, con su puente de losas de piedra, que por supuesto no usamos, sobre el río Francia. Aquí comienza una de las subidas más duras que nos pone a prueba a transmoruchos y a las máquinas. Que se lo digan a Félix, de tan fuerte que va, rompe la cadena ¡Vaya fuerza tiene el nuevo fichaje!
No hay mayor problema. Tiramos de herramienta y repuestos y reparamos la cadena con la recomendación de no forzar a partir de ahora, je, je...
Batiendo records nos presentamos en La Alberca a las 18 h., con lo cual podemos disfrutar en su plaza, del buen tiempo y de las merecidas cervezas.
Siempre es especial la entrada por las bonitas calles de este pueblo Conjunto Histórico Artístico montando “jaleo” y llamando la atención con las bicis y sus enormes alforjas. Sin duda bien merece la paradita. También es el lugar ideal para unirse a la aventura, aquel que sólo disponga del fin de semana.
A partir de aquí un bonito y entretenido sendero nos sube a lo alto de la Sierra del Castillo con vistas impresionantes de los pueblos serranos y de la lejana Sierra de Béjar.
Lo que queda de etapa es disfrutar, aún más, de la interminable bajada (17 km) y del intermedio en el pueblo de Herguijuela, donde nos han acogido siempre estupendamente. En otras ediciones, además de las reglamentarias cervezas en el Bar Ye-Ye, nos han dado techo donde resguardarnos de la insistente lluvia.
El siguiente tramo sigue siendo bajada, excepto 700 m, que aprovecha Felisín para romper de nuevo la cadena; terminará la etapa sin ella.
En la zona de acampada nos espera Luisda, que ha venido desde la autovía A66 dando pedales por carreteras comarcales, con sus buenas rampas ¡Esperamos que el esfuerzo le merezca la pena y la experiencia no le defraude!
De nuevo un baño, esta vez en el río Alagón, nos repara el cuerpo dolido tras los 97 km de etapa. Viandas y licores aportan lo suyo para que al poco estemos en el saco disfrutando de un cielo estrellado. Eso sí, sin quitar de la mente la dura etapa que nos espera para el sábado.

Todas las fotos de la Transmorucha, en este post.

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