Salandar en Gredos: volvemos a Navamediana en busca de nuevas vías de escalada mixta invernal
Aunque
el invierno no ha traído a nuestra zona muchas precipitaciones y las
condiciones no son las ideales o soñadas, desde Salandar llevamos un inicio de
año intenso con visitas frecuentes a Gredos, ese que ya os hemos contado en
otras ocasiones que es como nuestra segunda casa, nuestro querido campo de
juego.
Hace
pocos días os hablábamos de una interesante escalada mixta invernal; si no leíste
la información, pasa por el artículo del blog: Salandar en Gredos: Escalada mixta invernal, aperturas por Navamediana.
Pues
en esta ocasión, como bien nos cuenta Fer, volvimos a la misma zona, repitiendo logística y organización (viaje
nocturno, reparto de material y organización de mochilas, noche fantástica en
la furgoneta en las inmediaciones de Navamediana y madrugón), nos propusimos
aprovechar lo poco que quedara por estos recónditos circos para llevar a cabo
actividades invernales.
Madrugón,
desayuno y mochilas a la espalda… Después de unas tres horas de paseo
montañero, cargaditos como mulos, llegamos al circo. Esta vez con menos
condiciones si cabe que hace dos semanas, y es que la inversión térmica y la
lluvia del domingo por la tarde ha lavado todo el granito de la zona y lo que
ha dejado ha sido escaso y cristalino cual espejo pulido por incansable
artesano.
Esta
vez nos juntamos dos cordadas para llevar a cabo varias escaladas interesantes:
Braulio Expósito y Juan Luis Monge, dos clásicos de la Pedriza, repiten la que
puede ser, tras la cascada de la Nava, la cascada más larga de todo Gredos; y
Joaquín Gracia y Fernando Román, Fer, se aventuran a buscar donde casi no
hay... Localizando una pequeña joyita, que en años venideros, con buenas
condiciones invernales, puede regalarnos una gran actividad.
A
por ella… Dentro de un diedro oscuro, camuflado cual cueva, se escondían dos
largos estéticos de hielo, de pocos centímetros te espesor, donde había que
bailar con cuidado para proteger allí donde la roca era mas amable. Tras una intensa
travesía, se llega a un lanchón de hielo de unos 60 metros, duro como el mármol
y fácil de proteger por su parte más gruesa. Poco más de dos horas de trabajada
actividad y tras superar una canal de nieve ancha nos deja en la cumbre de este
peculiar circo, escondido y oculto hasta los últimos metros de aproximación
para luego bajar, no sin perder atención, por las canales que se van formando
al Este.
Una
vez abajo, satisfechos y contentos con la intensa actividad de ambos, nos
reunimos con los compañeros para rehacer mochilas, regresar hasta los vehículos
y volver con calma a Piedrahita para, con unos buenos refrigerios y suculentas tapas
del lugar, volver a pensar en la planificación y ejecución de la siguiente
actividad...
¡¿Qué
será eso que el montañero en la montaña piensa en el bar... y una vez en el
bar, piensa en la montaña!? Curioso, ¿no?
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