Salandar en la escalada del Torreón de Galayos de Gredos (Vía Lucas)


Estoy convencido de que todos los que nos hemos acercado, por una u otra vertiente, a Los Galayos de Gredos, nos hemos quedado admirados y enamorados de ese espléndido paraíso de grandes bloques de granito y tremendas agujas pétreas verticales que acarician el cielo. Es un olimpo para los amantes de la escalada en roca, clásica, pura y, como dicen por ahí, sin domesticar.




El que no lo conozca ya está tardando en hacer una escapada para disfrutarlo en directo. Por mucho que aquí escribamos será una definición paupérrima de lo que la naturaleza nos ha regalado en este entorno gredense. Pero por si sirve, podemos decir que en la vertiente sur de la sierra de Gredos, en tierras abulenses, nos encontramos con Los Galayos, un conjunto de torres, agujas, puntas y riscos con cumbres entre 2.000 y 2.200 metros con largas vías como el Gran Galayo  2.216 m (110 metros de vía), El Torreón (2.124, con 150 metros de vía), Aguja Negra (2.110, con más de 300 metros de vía).







Y por allí estuvieron los compañeros Jota y Fer, dando buena cuenta de la Vía Lucas y disfrutando de una escalada ‘exprés’ que remataron ligeramente pasados por agua. Nos lo cuenta el salandareño Fernando:










Con las mochilas preparadas con todo lo necesario para una actividad más con aires alpinos salimos de viaje con la intención de aprovechar la escasa ventana de buen tiempo que esta semana se prevé por la sierra de Gredos.
Salimos con las pilas cargadas de ilusión, con la intención de llegar con las últimas luces del día a la plataforma de Nogal del Barranco, cargados con las mochilas para salir dirección del Refugio Victory para hacer noche y montar el campamento base. Este pequeño refugio, El Victory, fue construido a 1.995 metros de altura en el año 1.949, y por esta zona es el único preparado para pernoctar y abastecerse.
Las intenciones que llevábamos: escalar el Torreón de los Galayos por una de sus vías poco frecuentadas (Vía Lucas) y de bajada repetir una de las clásicas a la Punta María Luisa. La Game, ya que la previsión meteorológica inicial es que esté el día despejado.
Poco a poco nuestra ilusión se va viendo truncada por el diluvio que nos acompaña durante todo el viaje. Se suponía que ya por la tarde amainaba la tormenta y no se está cumpliendo el parte. Es lo que tienen las predicciones meteorológicas.
Dejamos correr el reloj parando a cenar en Arenas y así portear menos peso a la par que dejamos avanzar la tormenta... El tiempo pasa y no para de llover. Nos dirigimos ya hacia Nogal del Barranco con la idea de que en lo que preparamos los últimos detalles pare de llover y nos deje hacer la aproximación al menos. Nuestro gozo en un pozo... Con todo preparado, las dos de la madrugada, y sigue lloviendo... Nuestros planes hacen aguas... ¡y de que manera!!!







Nos ponemos las alarmas temprano para intentar ganarle horas al reloj en la aproximación que, como bien sabéis, en constante subida se hace larga y hay que estar frescos para acometer lo que teníamos en mente... Pero, de nuevo, la diosa de la lluvia no para de jugar con nuestros ahora sí, sentimientos... Está todo encharcado y la roca escurre agua por todas sus caras, el musgo exuberante y hay un olor a pino mojado en el ambiente que a más de un senderista le deleitaría el paseo, pero en esta ocasión ésa no era la batalla que nosotros allí teníamos entre manos.




Ligeramente desmotivados, con pocas ilusiones de acometer ninguno de nuestros planes, comenzamos la subida al refugio con un tono de melancolía que solo se nos apaciguaba admirando las vistas del centenar de agujas y su verticalidad. Decidimos bajar el ritmo, ya habíamos salido tarde intentando que el sol y el aire de primera hora orease la roca y secase las fisuras por donde teníamos pensado escalar así que no merecía la pena acelerar el paso y sí disfrutar del camino.
Las doce del medio día: un sol radiante como para estar sin camiseta nos volvía a levantar el ánimo. Acariciamos todas las rocas que teníamos a mano y metimos las manos en todos los recovecos intentando auto-convencernos de que se podía intentar. Una decisión delicada al tratarse de un recorrido limpio en cuanto a equipación fija se entiende, y una vez metidos en faena bajarse no era sencillo sin llegar a la cumbre.
Una del mediodía, y como dos guiris al sol tirados en los alrededores del refugio decidimos ponernos el disfraz y acometer al menos la subida al Torreón. Con más motivación que dotes de raciocinio nos ponemos a remontar la Apretura para, con mucho cuidado y delicadeza, hacer la trepada de la canal que separa la Agua del Torreón, vertical, expuesta y con algún pasete de los de mejor ni resbalarse. Poco a poco vamos ganando altura y en unos 30 minutos llegamos al inicio de nuestra escalada. Un largo en diagonal por la Norte para rapelar 25 metros hasta una pequeña repisa en el lado Sur nos deja a los pies del segundo largo, ya bajo la imponente verticalidad de esta tremenda aguja. La ruta transita por un caos de fisuras y grietas para tras una pequeña chimenea llegar a la cima más alta de las dos que componen este farallón. Ahora es cuando nos damos cuenta que tal vez no era el día o teníamos que haber entrado más tarde: las grandes grietas aún estaban lo suficientemente húmedas como para que te fiases lo justo.







Poco a poco vamos progresando y los largos pasando, con lo que tras 100 metros de escalada llegamos a la cima con una nube amenazante que nos saludaba sobre nuestras cabezas. Comenzamos los preparativos del descenso en la angosta cima, donde entran los pies de chiripa y donde te sientas con la piernas colgando hacia el norte y al sur a la par, cuando de repente empiezan a caer unas gotas de lluvia. Tanto esperar a que secase que nos ha cogido la nube... Y hay que salir de allí cuanto antes, somos pararrayos con tanto cacharro y no me quiero imaginar destrepar la canal lloviendo.









Dos rapeles y estamos de nuevo en el inicio de vía. Deprisa preparamos las mochilas y raudos para abajo; lo suficientemente rápido y cautos para acometer destrepes de III y IV con la roca mojada, y sabiendo que una canal, es en definitiva el desagüe de las agujas que nos rodean. Poco a poco vamos restando metros hasta que por fin llegamos a la Apretura y unos minutos después al refugio. Ya estamos a cubierto y sin percances. ¡¡¡Lo hemos conseguido!!!









Minutos después graniza y diluvia con una fuerza que hace que se activen las gargantas, incluso por donde habíamos destrepado, visible desde la puerta del refugio, observamos cómo se convierte en una sucesión de pequeñas cascadas. Por poco no hacemos barranquismo en las canales del Galayar.
Ahora toca esperar que afloje, escurra y nos deje salir para volver a la furgo. Bajar las zetas y cruzar los pequeños arroyos no es nada aconsejable. Por fin para la lluvia y nos ponemos en camino a paso ligero, no queremos llegar calados y las horas de luz se iban convirtiendo en minutos, con lo que con los últimos resquicios de claridad llegamos al aparcamiento.
Toca celebrar la aventura como se merece y qué mejor manera que con una suculenta hamburguesa y unos zumos de cebada.
¡Y así damos por inaugurada la época de alpinestadas charras!

Enhorabuena a los dos compañeros escaladores: Jota, José Javier (Asociación RocaViva / La Frutería Old School Climbing) y Fer, Fernando José (Salandar / RocaViva / La Frutería Old School Climbing / La Ola).









Por cierto, si tenéis un momento, los chicos de Clown Climbing (just for fun) nos cuentan en su web 32 razonespara ir a Galayos (¡cada uno tiene la suya!, ya verás la de ‘Niño’). Y, además, nos regalan este magnífico y entretenido trabajo visual con tintes humorísticos que te hacen esbozar una, o varias, sonrisas:




Galayos esta de moda from clownclimbing on Vimeo.

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