Transmorucha 2023, xente con xente

Transmorucheamos. Desde 2002 transmorucheamos. Ahora no, pero antes incluso lo recomendábamos a conocidos o desconocidos. Es vida, pero es duro, un proceso dinámico e interactivo enriquecedor, pero hay que ganárselo; y no es una aventura en bicicleta con alforjas para todo el mundo. Nos gusta la Transmorucha. Incluso, como los buenos cazadores y pescadores, vendemos humo a su alrededor.
 


Pedaleamos. Si montar en bici por el monte es una gozada, transmoruchear rodeado de amigos y amigas durante varios días es el súmmum. No sé si es idílico, supongo que cada uno pondrá su adjetivo porque cada persona tendrá su propia percepción, su meta, su vara de medir, sus pretensiones, sus necesidades… su mente y su cuerpo serrano…
 

Conocemos el territorio desde 2002, pero cada año se asoman nuevas zonas difusas, oscuras, blancas, grises, de todos los colores. La naturaleza es mágica, se transforma. Y los cuerpos, también.


Apasionados y motivados. En más o menos medida, disfrutamos dando pedales, sonriendo, cantando, sufriendo, subiendo, bajando… No somos una esbelta y ágil serpiente multicolor, somos más una mezcla de cochino jabalí con morlaco morucho avanzando alegre y torpemente por el barro. Y no lo vais a creer, pero nos gusta…
 


Chubasqueando. Desde la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) pronosticaban fuertes lluvias y tormentas que marcarían la meteorología de toda la semana. Este año, con las tormentas que desde hace unos días han venido a visitarnos (buena falta hacía el agua), los caminos están bien blandos y se ha hecho durilla la aventura. ¡Tremenda la fuerza de la naturaleza! En nuestro lento discurrir por parte de la provincia hemos visto destrozos en pueblos inundados, el campo arrasado y con árboles derrumbados, inmensas acumulaciones gigantes de granizo o barro, fincas anegadas, caminos descarnados, ¡tremendo! Y esta inestabilidad meteorológica nos ha intentado castigar la cabeza y también ha acumulado cansancio extra en las piernas. Atronador. ¡Si hasta el gallo ha estado perezoso en esta edición!


Sufriendo y disfrutando. Aunque el pedalear le corresponde al cuerpo, la Transmorucha se cocina a fuego lento y se consigue con la mente (y el estómago bien aliñado). Cada edición es distinta; unas veces el puzle encaja, y en otras ocasiones queda desencajado. No somos titanes deportivos, ni lo pretendemos, somos trozos de carne a los que, como a todo hijo de vecino, se nos acumula una concatenación de avatares, sucesos y sorpresas, unas veces más dolorosas, más disfrutonas en otras ocasiones. Es la vida… Y a eso venimos, a vivir, que ya se encarga la vida de ir poniendo zancadillas...
Nuestra querida transmorucha tiene un glamour muy particular. Tenemos unos patrones y unos horarios marcados, esos no cambian. Disfrutamos mucho, pero debajo del casco escondemos ese áspero sufrimiento al pedalear por un barro que te abraza la rueda, un compañero que tiene que abandonar, una cuesta que se hace eterna, un par de radios rotos, una tormenta que durante dos horas no cesa en vagar en su persecución y regalar unos cuantos litros de agua a nuestro paso.
Este invento no es ciencia, ¿quién se atreve a cuantificar el disfrute-sufrimiento de cada morlaco y en qué momento concreto?, pero los años ya nos permiten afirmar, desde un punto de vista empírico (¡desde 2002!), fenomenológico y comportamental, que en nuestro pedalear taimado, a veces casi cansino, en nuestras amenas charlas, en cada avería reparada, en nuestras paradas por los pueblos: disfrutamos, disfrutamos, disfrutamos.
 


 
Concentrados, más que el Fairy, para no caer en las garras de una rodera traicionera, de un pequeño barranco, de las gélidas piedras que se esconcen sumergidas en los charcos o los arroyos, de los coches en algún cruce de carretera, de las sinónimas calles de algunos pueblos, del novio que se dio a la fuga, de las torrenteras de agua que descarnan los senderos…
 

Afortunados. Normalmente vivaqueamos al lado de los ríos, pero este año hemos dormido bajo techo guarecidos de la lluvia nocturna (hemos conocido gente generosa de la que la humanidad puede estar bien orgullosa), de ahí una ligera adaptación de la ruta Transmorucha original en la zona de Sotoserrano. Y no nos esperaba una cómoda alfombra roja para rematar la llegada a Peñaranda, sino que desde el Inestal ya nos fuimos mojando y la plaza y su templete nos recibieron con una buena tormenta de lluvia y granizo. ¡Qué gran forma de culminar una Transmorucha!
 





El día a día te trae y te lleva. Es la vida. Pero el desarrollo humano debería circular a una velocidad más lenta, hacia el encuentro de algún amigo o amiga, hacia un pensamiento interior, hacia una sincronización de disfrute personal y valores humanos que nos permitan crecer y que podamos compartir. Y así vamos nosotros con nuestra Transmorucha, lentos, a la velocidad de las mariposas que diría el Biciclown, compartiendo con nosotros mismos y con nuestros compañeros una parte de la vida. Y sana. Y es bonito. Reconforta. Equilibra. No sé; mola, que dirían los modernos… Xente con xente, que dicen con los gallegos. Dios los cría…
 
 
 
 




Comentarios

  1. Palabras que emocionan casi más que el barro, pero que no te lo cuenten ya queda menos para la siguiente

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