Pienso (y pedaleo), luego Transmorucha 2017 (fotos)
Un año más,
pasadas las tres de la tarde, partía el pelotón transmorucho desde la plaza de
Aldeadávila de la Ribera. Como siempre, aunque sea una perogrullada decirlo, transitando por donde a Elías, oriundo aldeaviluco, le da la gana… Tiene el amigo por
costumbre, bien sana, sacarnos del pueblo cada año por unos caminos diferentes,
¡no se le gastan! Y este año, pardiez, por unos senderos y callejas muy del
estilo transmorucho, ¡preciosos, sí señor!
Esta
edición hemos iniciado 13 coloridos galgos la primera tarde, después, en función de mil y una causas, se han ido
uniendo otros tantos... Varios han sido los amigos que, por unas u otras
causas, han tenido que quedarse en casa. Al final, entre ponte y estate quieta,
en la edición del 2017 hemos participado casi cuarenta personas. ¡No está nada
mal! Y eso que no vivimos en permanente movilización para publicitarla, ni con
espectaculares destellos mediáticos, sembrando exaltados impulsos, cobrando 700
euros, abarrotándola de sorpresas, haciéndola tumultuaria, ‘Xtrem’ y ‘non
stop’, etc.
Como
decíamos, algunos amigos, cosas de la vida, han tenido que dejar la burra en el
pesebre y ver los toros desde la barrera, aunque la tecnología ha ejercido bien
su función y nos ha permitido transmitir fotos y mensajes. Y el medio ha sido
nuestro grupo de Whatsapp y las redes sociales, Twitter en especial (ahí hemos
tenido al bueno de Juli, con su pierna estirada sobre la blanca férula, lidiando con el salvaje Oeste de los 140
caracteres, #TMBTT2017, #TMBTT17).
A menudo
pienso que cada vez que montamos las alforjas a las BTT y nos ponemos al
volante de nuestras precarias burras mecánicas para disfrutar de nuestra Transmorucha nos
convertimos en unos privilegiados, unos cicloturistas señalados por un dedo
divino que nos permite, durante unos días, ahondar en nosotros mismos,
disfrutar de una pequeña parte de este planeta (el único que jamás
conoceremos), ver con los ojos de un niño feliz este mundo maravilloso y
sorprendente, ¡y pedalearlo! Es algo a lo que ya nos estamos acostumbrando, es
esa especie de tosca capacidad que tenemos para simplificar lo más complejo, ¡es
fabuloso!
A veces nos
preguntan si no resulta duro y aburrido pasar tantas horas sobre el sillín,
pedaleando… Pero, os podemos asegurar que el tiempo se pasa volando y se
disfruta de una extraordinaria sensación de libertad que nos permite casi tocar
el cielo. Incluso tienes tiempo para reflexionar sobre cosas importantes,
¡fíjate tú!, y además te olvidas de pensar en cuáles son los pilares
fundamentales de la LOMCE, o en cómo acabaremos con la Ley "Mordaza",
en dónde dormirá Urdangarín, o en el bombo que darán a los abdominales de no sé
qué futbolista, o si las reformas de la Justicia perpetradas por Ruiz Gallardón
llegarán a buen puerto.
Hace unos
días cerrábamos la Quedada BTT de Alaraz y hablábamos, como no, de nuestro
siguiente objetivo, de nuestra Transmorucha, mucho más calmada, entre amigos,
sin prisas relativas, compartiendo, disfrutando, intentando ser felices… Y es que, como escuché decir a
Bunbury en cierta ocasión (y con anterioridad a algún filósofo de los
clásicos): la felicidad es el camino. Y ahí estamos, sin fanatismos dogmáticos, sin intentar imponer a nadie nuestras costumbres y convicciones, intentando ser felices con
nuestras cosas, buscando el “nirvana” que dicen los señores orientales. Aunque
quizá sería interesante rescatar no sólo el concepto (nirvana) sino la sabiduría que
encierran esas tierras lejanas buscando la paz y quietud en vez de tanta competición,
tanto egoísmo, tanto tiro, tanta corrupción... Por cierto, hablando de bondad y
buen rollo, al pasar por Percu, por Sepulcro Hilario, nos invitaron a un potente ‘Limónserrano’ en el Bar La Morena, cortesía del señor Alcalde. Veis cómo aún queda
gente buena… ¡Muchas gracias!
Este año la
Transmorucha ha vuelto a ser fantástica. Con sus bajas, sus incorporaciones
sorpresa, sus averías, sus ya particulares vicisitudes… Lo que viene siendo una
Transmorucha en toda regla. Muy seca, por cierto; la sequía de este año va a
dar mucho que hablar, ya lo veréis: no hemos encontrado agua en las callejas
que otrora estaban inundadas y nos cubrían media rueda, muchas lagunas se han
evaporado (o a punto están), los ríos para el baño bajaban con escaso caudal y
hasta el río Sangusín parecía un desierto. Para que luego digan que esto del
cambio climático es un cuento chino…
Es obvio
que sobre cada participante gravitan fuertes presiones a la hora de organizar
el material en las alforjas, por aquello del volumen y el peso (¡de los que
huimos como de la peste!). Pero, excepto en las prospecciones iniciales, creo que ninguno de los transmoruchos ha
llevado nunca una agenda o diario para anotar anécdotas, chascarrillos, cositas
curiosas… Creo que a todos se nos quedan grabadas en la cabeza y seguiremos
disfrutando de ellas cada vez que nos juntemos, veamos las fotografías,
escuchemos sonidos o percibamos olores que mantenemos asociados a unos u otros
momentos. Por cierto, hablando de curiosidades, en una de esas muchas callejas
por las que a menudo buceamos entre ramas y hojas, esas bonitas callejas de firme
imprevisible, repletas de sorpresas, baches y piedras de todos los tamaños, con
vegetación abundante donde todo pica y para las que sería necesaria una buena
celada medieval… ¡nos encontramos a Dark Vader! La Transmorucha es de otra galaxia... ¡Qué cosas…!
Y sí, esta
aventura no es para todo el mundo, tiene un alto grado de disfrute, pero otro
tanto de sufrimiento… Aquello del disfrutar sufriendo y sufrir disfrutando… Es
una actividad propia de transmoruchotrastornados o viajeros empedernidos,
apasionados por el cicloturismo, la aventura, el deporte, la naturaleza… No es
que queramos exaltar o engrandecer las actitudes, características, etc. Es que
es así… Verdad verdadera. Somos humanos, somos vulnerables... Y, en ocasiones, la falta de preparación (física y/o
mental), las ganas y el empacho inicial, las averías, algún virus, etc., se
pone frente a nosotros y obstaculiza el objetivo de rematar bien la ruta. No
hay que darle vueltas… Y eso que siempre aconsejamos dar una batida al
sempiterno binomio teoría y práctica, y ajustarlo a cada uno; porque no es lo
mismo pensarlo que hacerlo, haber entrenado por el monte que en el carril bici…
Y si no eres sincero y objetivo, al final te pasa factura…
Pues nada,
que el que necesite saber más cositas propias de la Transmorucha, que pase por
la web (www.transmorucha.es). El que quiera ver los tracks de esta edición, que
pase por Wikiloc (track etapa 1, track etapa 2, track etapa 3, track etapa 4).
Y el que necesite conocer cómo ha ido la edición de 2017 (aquí fotos de El mi Juli, y otras que iremos subiendo), que busque las fotos
(y viaje hasta donde su imaginación le permita) o nos pregunte (cada uno tendrá
su particular versión transmoruchera); o que no se hubiera quedado en el sofá... La Transmorucha
es para vivirla, entrar en contacto con lo más íntimo de cada cual, estar en
comunicación con los colores de la tierra, dormir al raso bajo el infinito
cielo, formar parte de un grupo heterogéneo y compartir charlas con los amigos... Da igual dónde se esté y qué etapa
se esté ciclando, es abrir la mente, olvidar lo negativo que tenemos alrededor
y disfrutar de un sublime viaje de esencia. De delicatessen, ¡Transmorucha gourmet!
Como
siempre, y sin olvidarme de un ramalazo de los filósofos estoicos, muestro sincera gratitud y
aprecio a todos los que hacen posible, año tras año, esta sana aventura.
Gracias, reales y francas, a esos familiares y amigos.
Y ya tiene
fecha la edición de 2018: 31 de mayo, 1, 2 y 3 de junio. Luego no digáis que no
estáis avisados con tiempo.
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